Fundación Balms para la Infancia
Fecha 27/03/2025
A estas condiciones estructurales se le debe sumar un contexto de debilidad institucional y violencia; décadas de conflicto armado han mutilado cualquier posibilidad de romper con el ciclo de la pobreza. Y esta situación se agrava en las provincias del Este, que lindan con Ruanda y Burundi, haciendo de éste un conflicto de dimensiones regionales.
La violencia en el Este del Congo es descarnada. Los ataques contra los campos de desplazados, escuelas y hospitales son cotidianos; los menores son asesinados y reclutados forzosamente en los grupos armados, mientras las cifras de violencia de género y sexual, especialmente de niñas y adolescentes, son más que alarmantes. En el contexto de la guerra es común el uso de lo que se conoce como estrategias de tierra arrasada, con masacres indiscriminadas y violaciones masivas de la población civil. Son estrategias de terror utilizadas como muestras de poder y autoridad para debilitar al contrario.
El conflicto ha experimentado una escalada desde finales de 2024. Según ACNUR, alrededor de 7 millones de personas viven como desplazadas internas en las cuatro provincias del Este congoleño debido al resurgimiento de la violencia. La organización calcula en más de 1,1 millones el número de personas congoleñas refugiadas y solicitantes de asilo en países vecinos. La dependencia de la ayuda humanitaria es absoluta.
Las claves del conflicto
La historia de la RDC es una historia de saqueo de riquezas naturales, ausencia del Estado y violencia estructural. El conflicto actual se desató a finales de 2021, pero sus raíces se hunden en la historia de este vasto territorio rico en recursos minerales estratégicos. A los estragos causados por el colonialismo belga hay que sumarle una historia postcolonial marcada por la violación sistemática de los derechos humanos por parte de múltiples actores, tanto locales como internacionales. La explotación de las riquezas minerales presentes en su territorio (particularmente el coltán) contribuye a perpetuar este conflicto, pues sirve para financiar a los grupos armados y nutrir las dinámicas clientelares del gobierno congoleño.
Para entender lo que pasa hoy en el Congo hay que retroceder unos 30 años, al momento en el que se desató el genocidio en su vecina Ruanda. En abril de 1994, tras cuatro años de guerra civil, los hutus llevaron a cabo un genocidio contra los tutsis (la etnia minoritaria del país) y los hutus moderados. En unos cien días, según ACNUR, un millón de personas fueron asesinadas y unas 200.000 mujeres fueron violadas.
Tras el genocidio, tuvo lugar un desplazamiento masivo de población, que se refugió en las provincias del Este del Congo. Los enormes campos de refugiados surgidos de este desplazamiento se convirtieron en el escenario perfecto para el surgimiento de distintos grupos armados con intereses enfrentados. Dos años después del genocidio se produjo una rebelión armada apoyada por los gobiernos de Ruanda y Uganda con el fin de contrarrestar a las milicias surgidas del antiguo gobierno hutu, que se estaban reorganizando en los campos para recuperar el poder perdido.
La llamada primera guerra del Congo (1996-1997), activada por esta rebelión, terminó con el derrocamiento del dictador Mobutu Sese Seko y el nombramiento de Laurent Kabila como nuevo presidente del país. La segunda guerra (1998-2003) se desató cuando los ejércitos de Ruanda, Uganda y Burundi invadieron el Este del territorio congoleño con el objetivo de derrocar a Kabila. La denominada Guerra Mundial Africana, que oficialmente terminó en 2003, se saldó con 5 millones y medio de víctimas, lo que la sitúa como la segunda en número de muertos después de la Segunda Guerra Mundial. Es entonces cuando se consolidaron las dinámicas de violencia que estamos presenciando en la actualidad y que resurgen periódicamente, pues las causas que las originaron nunca han desaparecido.
"Educando en la igualdad: Ditunga, Mutoka Mwoto y La Bonté", tiene como objetivo proteger los derechos de la infancia, en especial de las niñas mediante la incidencia en la continuidad de la educación, en igualar la tasa de alfabetización masculina y femenina así como reducir las tasas de matrimonio infantil.
de Ngandanjika, un municipio rural de la provincia de Kasayi Oriental, alejado del territorio en conflicto pero en una situación igualmente vulnerable. El proyecto